martes, 21 de diciembre de 2010

Todo lo que recuerdo

Cuando mi padre hablaba conmigo, siempre iniciaba la conversación preguntándome:

«¿Ya te he dicho hoy cuánto te quiero?». Su

expresión de amor encontraba respuesta y, en sus últimos años, cuando su vitalidad

empezó a disminuir visiblemente, nuestra intimidad se hizo aún mayor... si tal cosa

era posible.

A los ochenta y dos años estaba preparado para morir, y yo estaba dispuesto a dejarlo

ir, para que su sufrimiento terminara. Nos reíamos y llorábamos, nos tomábamos de las

manos y nos confesábamos el uno al otro nuestro amor, y ambos coincidíamos en que era

el momento de partir.

—Papá, quiero que después de haberte ido me envíes una señal de que estás bien —le

decía yo, y él se reía ante el absurdo de aquellas palabras; papá no creía en la

reencarnación. Tampoco yo estaba seguro de que esa posibilidad existiera, pero había

tenido muchas experiencias que me convencieron de que podía esperar alguna señal

«desde el otro lado».

Entre mi padre y yo había una relación tan profunda que, en el momento en que murió,

yo sentí en mi pecho su ataque cardíaco. Y me dolió profundamente que el hospital, en

su estéril sabiduría, no me hubiera permitido sostenerle la mano mientras se iba.

Día tras día rezaba pidiendo saber algo de él, pero nada sucedía. Noche tras noche

pedía soñar con él antes de quedarme dormido. Y, sin embargo, pasaron cuatro largos

meses sin que yo sintiera nada más que la pena por haberlo perdido. Cinco años antes,

mi madre había muerto del mal de Alzheimer y, aunque yo tenía hijas ya mayores, me

sentía como un niño perdido.


Un día, mientras estaba tendido en una camilla de masaje, en una habitación oscura y

tranquila, esperando mi turno, me invadió una oleada de nostalgia por mi padre.

Empecé a preguntarme si habría sido demasiada exigencia pedirle una señal. Advertí

que me encontraba en un estado de extremada lucidez. Tuve una experiencia

excepcionalmente clara, en la cual hubiera sido capaz de sumar mentalmente largas

columnas de cifras.



Quise asegurarme de estar despierto y no dormido, y comprobé que estaba tan lejos

como es posible de cualquier cosa que tuviera que ver con el sueño.

Cada pensamiento que tenía era como una gota de agua que perturbara un estanque

inmóvil, y la paz de cada momento transcurrido me maravillaba.


Entonces pensé: «He estado intentando controlar los

mensajes que vienen desde el otro lado, pero ahora dejaré de hacerlo».



De pronto se me apareció el rostro de mi madre; su rostro, tal como había sido antes

de que la enfermedad de Alzheimer la despojara de su mente, de su condición humana y

de más de veinte kilos. El magnífico cabello plateado enmarcaba su dulce rostro. Era

tan real y estaba tan próxima, que tuve la sensación de que si extendía la mano

podría tocarla. Tenía el mismo aspecto que doce años atrás, antes de que se iniciara

su decadencia. Hasta podía sentir.


la fragancia de Joy, su perfume favorito. Parecía que estuviera esperando y no

hablaba. Me pregunté cómo podía ser que yo estuviera pensando en mi padre y ella

apareciera ante mí; me sentí un poco culpable de no haber pedido también su

presencia.


—Oh, madre, lamento tanto que hayas tenido que sufrir con aquella terrible enfermedad

—expresé.


Ella inclinó ligeramente la cabeza, como para reconocer lo que yo había dicho sobre

su sufrimiento. Después sonrió, con una hermosa sonrisa, y dijo muy claramente:


—Lo único que yo recuerdo es el amor.-

Y desapareció.


Empecé a estremecerme, parecía que la habitación se hubiera enfriado súbitamente, y

en los huesos supe que el amor que damos y que recibimos es lo único que importa y lo

único que se recuerda. El sufrimiento desaparece; el amor perdura.


Sus palabras son lo más importante que jamás he oído y aquel momento ha quedado

grabado para siempre en mi corazón.


Todavía no he visto ni he oído a mi padre, pero no me cabe duda de que cualquier día,

cuando menos lo espere, se me aparecerá para preguntarme:


—¿Ya te he dicho hoy cuánto te quiero?



Bobbie Probstein


----------------------------------------------------------------------
LAMENTO HABER TARDADO TANTO PERO SI LES DIGO QUE HE DORMIDO 1 HORA AL DIA ES POCO TENGANME PACIENCIA POR FA CHIC@S GRACIAS...

No hay comentarios:

Publicar un comentario